dilluns, 29 de novembre del 2010

Descubren una mámoa y otros 33 nuevos petroglifos en Cangas


El arqueólogo contratado para actualizar el catálogo de yacimientos entregó ayer el trabajo por registro
J. Santos
La relación de yacimientos de Cangas ha pasado de 54 a 90 con el descubrimiento de 33 nuevos petroglifos, la primera mámoa de la que se tienen noticias y restos de la época romana. El arqueólogo que los descubrió es Alexandre Paz Camaño, titular de la empresa Betilo, Arqueoloxía e outras Historias, a la que el Concello contrató el pasado año la revisión y actualización del catálogo.
Paz había enviado meses atrás la memoria informativa a Patrimonio y al Concello, que a su vez fue remitida al equipo redactor del Plan Xeral. Ayer presentó el catálogo en el registro de entrada tras intentar durante las dos últimas semanas contactar, sin éxito, con la responsable de Cultura para entregárselo en mano.
El trabajo incluye una ficha de cada yacimiento en la que figura su situación, planos, fotos, una pequeña descripción y el grado de protección. De los nuevos descubrimientos, el más llamativo es la mámoa de Fontedola, que Paz encontró en Chan de Herbello, en medio de un eucaliptal y próxima a varios petroglifos desconocidos. Es la primera que se conoce en Cangas. Es una construcción de hace unos cinco mil años, del tipo de cámara de corredor (como la de Chan de Arquiña) a la que le falta la tapa y un 40% de la cámara. Alexandre Paz la detectó porque sobresalen varias de las piedras que forman la cámara. Está convencido de que se encontrarán grabados en su interior.
El arqueólogo también destaca el petroglifo de Gorgullón, en O Piñeiro de Darbo. Lo descubrió cuando realizaba unos trabajos de recuperación de un viejo lavadero próximo por encargo de la comunidad de montes. Tiene grabadas hojas de espadas en las que se pueden ver los agujeros para el mango. En otra de las escenas se ven las típicas cazoletas dispuestas de manera que pasa por ellas el agua del regato que alimenta el lavadero. Paz resalta el de Liméns por la perfección de los círculos grabados.
Además de los yacimientos, incluye en el catálogo hallazgos de distintas épocas, entre ellos, el sarcófago que se puede ver en el llamado Bosque Encantado haciendo las veces de banco, frente al castillito que mandaron construir los condes de Aldán el siglo pasado.

dissabte, 27 de novembre del 2010

Los vikingos y el descubrimiento de América.


Basta con recordar nuestra etapa como estudiantes para sabernos al dedillo que Cristóbal Colón, fue el original descubridor del nuevo mundo, allá por 1492. El primer europeo en pisar tierras americanas, y el encargado de garantizar el éxito, a un proceso de expansión europea iniciado desde finales del siglo XII. De acuerdo con la segunda afirmación, pero en todo caso niego la mayor. América no fue descubierta en el siglo XV, sino en el X, y por ningún tripulante del sur. La civilización vikinga, esos bárbaros: rudos, paganos y faltos de razón de la gélida Escandinavia (noruegos, suecos y daneses), ya habían poblado América desde cinco siglos atrás.En un principio la historia de estas gentes es desconocida para el público en general; Un pueblo de grandes comerciantes, valiosa tradición, navegantes prodigiosos y un mítico espíritu guerrero que los ha convertido en leyenda y, en algunos casos es su única alusión. No en vano esta fábula irlandesa del siglo XII, narra la incursión de los vikingos en Europa Occidental: "En una palabra, aunque hubiera cien duras cabezas de hierro acerado sobre un cuello, y cien lenguas afiladas, prontas, frías, incansables e imprudente en cada cabeza, y de cada lengua saliera un centenar de voces locuaces, fuertes, incesantes, no podrían explicar o narrar o enumerar o contar lo que los irlandeses sufrieron en común, tanto hombres como mujeres, laicos como sacerdotes, viejos y jóvenes, nobles y plebeyos, de malos tratos e injurias y opresión, en cada casa, a causa de ese pueblo villano, airado y totalmente pagano" O en la época de Carlomagno e inmediatamente después de su muerte (Finales del siglo VIII y principios del IX), las incursiones de los vikingos en Francia dan muestras de su extrema crueldad. Las crónicas carolingias las relataban de la siguiente manera: Pasaban los ríos, asentaban sus campamentos y, a continuación, atacaban la zona con la mayor codicia posible. Sustraían todo lo que era valioso y se podía transportar, quemaban todo lo demás, y los legítimos pobladores eran asesinados o esclavizados. Sin embargo, y a pesar de que estos relatos en algunos casos pueden resultar desmedidos y tendentes a la exageración; siempre en cualquier caso fue cierta la furia y afán destructivo de sus invasiones. Ciudades y monasterios al completo eran pasto para las llamas, y los habitantes que sobrevivían a su ataque, estaban obligados a esconderse en la espesura de los bosques.No obstante, pese a su imagen despiada en el campo de batalla, fueron una sociedad con un carácter más complejo: mantuvieron contactos comerciales con los pueblos del sur, poseían una cultura artística de notable calidad, dominaron gran parte de Europa, proclamados como Imperio, (desde el norte de Noruega hasta Cornualles en el siglo XI), estaban provistos de su propio sistema político parlamentario, y rendían tributo a unas deidades, que seguro te sonarán: Thor u Odín, son algunas de las principales. Todo ello en un contexto, donde su economía, ímpetu colonizador, poderosos barcos y el dominio de las rutas marítimas, los empujaron a la travesía que a continuación se va a narrar.El proceso hasta culminar con su llegada a tierra americanas fue, puede decirse que escalonado. En primer lugar la navegación hacia el Oeste, desde las costas escandinavas, dio como resultado la visión de tierra por azar. Un estudio de las posibilidades del terreno y potencialidades para un asentamiento, facilitaría la llegada de posteriores colonos. Pues bien, dicho esto en torno al año 800, una embarcación noruega descubre y se asienta en las islas Feroe, lugar clave para su recorrido hacia Islandia. Islandia de esta manera, descubierta en el 860, tuvo una inminente colonización efectiva en el 874. Estudiado su "modus operandi", es de suponer y la historia lo confirma, que el siguiente paso en su periplo explorador no fue otro que la Isla helada de Groenlandia. De cuyo hallazgo, por tercera vez, fue responsable la famosa figura de Erik "el rojo", alrededor del 982, y el encargado de fomentar con éxito el desplazamiento de familias a su costa occidental. A partir de aquí, la llegada a América es sólo cuestión de tiempo el que se convierta en realidad. El primero en avistarla en el 986, fue el comerciante Bjarni Herjólfsson que convencido de sus diferencias geográficas con Groenlandia, consideró que era conveniente no abordar. En un segundo momento, Leif Eriksson (Hijo de Erik el Rojo) retomó la senda que Bjarni había iniciado, y aproximadamente en el año 1000 junto a 35 hombres, se asentó en la costa americana que consideró más idónea; plagada de vegetación y cepas, por lo que desde ahora América, sería Vinland (tierra del vino).Múltiples son los hallazgos arqueológicos y documentos históricos que demuestran estas afirmaciones, desde Las sagas de los groenlandeses o de Erik el Rojo en la literatura, hasta los poblados y restos de cultura vikinga hallados en la isla de Terranova. Así asentamientos cercanos a la aldea excavada de L´Anse aux Meadows, donde se descubrieron vestigios de ocho edificios y piezas tales como agujas, clavos o útiles eminentemente nórdicos, ponen de manifiesto la presencia de este pueblo en las costas estadounidenses. Asimismo, el hecho que la distancia entre Groenlandia y América fuera siete veces menor a la que hay entre Noruega e Islandia, dejan constancia de la facilidad para la exploración. En último lugar añadir, que la no continuidad de esta civilización en el nuevo mundo, fue debida a los constantes ataques de poblaciones nativas que los vikingos, en sus distintos intentos por colonizar el terreno fueron incapaces de dominar.En relación a este tema, merece una especial mención, la excelente e ilustrativa película Los vikingos (Richard Fleischer, 1958).

divendres, 26 de novembre del 2010

Mitos y leyendas de la España roja


Un libro revisa el papel del PCE en la Guerra Civil y desmonta parte de los argumentos incendiarios de las memorias escritas por franquistas y exiliados.


CARLOS PRIETO
Se abre el telón y aparecen un tertuliano conservador, un cenetista y un republicano exiliado debatiendo en televisión sobre la Guerra Civil. Los antidisturbios rodean el plató. De pronto, contra todo pronóstico, los invitados comienzan a darse la razón compulsivamente. ¿Cómo se llama la película? El oscuro papel del Partido Comunista durante la Guerra Civil. En sus mejores librerías desde 1939.
Las memorias escritas tras la guerra, marcadas por "la autojustificación, el ajuste de cuentas y un subjetivismo lacerado por la derrota y el exilio", tenían algo en común: su ataque al PCE. O al menos eso sostiene el historiador Fernando Hernández en Guerra o revolución (Crítica), un ensayo monumental sobre el papel del PCE durante el conflicto que llegó ayer a las librerías.
El anticomunismo franquista "bebió de las querellas del exilio"
Un libro destinado a convertirse en el texto de referencia sobre un tema vapuleado históricamente por la información de mala calidad, el sectarismo y un extraño consenso entre grupos antagónicos. "La guerra terminó con la división de las izquierdas. Había que echar la culpa a alguien del desastre colectivo. Se produjo cierta unanimidad entre socialistas, anarquistas y parte de los republicanos: la culpa la tuvo el PCE por su afán proselitista, su búsqueda de la hegemonía y su sumisión a intereses foráneos", cuenta Hernández a Público.
Experimento estalinista
Este caldo de cultivo se renovó con la Guerra Fría. Empezó a propagarse la idea de que en España no había tenido lugar exactamente una guerra contra el fascismo, sino un intento de implantar una democracia popular como la que se había impuesto a los países del Este a partir de 1945. Moscú había utilizado la guerra de España como campo de pruebas de un experimento político en tres fases: alcanzar la hegemonía, someter al resto de partidos e implantar la dictadura del proletariado.
El partido pasó de fuerza marginal a hegemónica en apenas un año
Como se hartaron de contar historiadores conservadores como Julián Mauricio o Ricardo de la Cierva, en España se había librado de forma exitosa la primera batalla contra el comunismo mundial. "Las historias del PCE son el resultado de los ajustes de cuentas del exilio, por un lado, y de la Guerra Fría, por otro. Sobre esas dos patas se inserta una tercera: la lucha ideológica del franquismo. El franquismo, además de su viejo mensaje anticomunista, no aporta nada nuevo; bebe fundamentalmente de las querellas del exilio", dice el autor.
La contrapartida a esta oleada de visiones anticomunistas la puso el PCE en la hagiografía Guerra y revolución en España, redactada en los sesenta por una comisión del Comité Central que vino a concluir que el partido había encarnado como nadie la resistencia antifascista y que el resto de las izquierdas habían propiciado el desastre por sus intereses mezquinos.
Hernández se ha propuesto ir más allá de las "interpretaciones interesadas y los estudios polemistas basados en fuentes secundarias" para analizar qué hay de cierto en los mitos que circulan sobre el PCE. Leyendas alimentadas por hechos de difícil comprensión, como el meteórico ascenso del partido durante la guerra. En efecto, sólo una gigantesca maquinación ruso-masónica podía haber logrado que el PCE pasara de grupúsculo extraparlamentario a aspirante a fuerza hegemónica de la izquierda en cuestión de meses.
De la nada al infinito
La cosa, desde luego, tenía una pinta extraña. El PCE era una organización tan pequeña durante la dictadura de Primo de Rivera que su dirección llegó a camuflarse como la directiva de un equipo de fútbol. Y ocupó un lugar "marginal" en el sistema de partidos mientras mantuvo un discurso "esencialista, radical y sectario", según el autor del libro. "En las condiciones de legalidad de la República apenas incrementó sus filas", cuenta Hernández sobre una organización radicalizada que denunciaba el "socialfascismo" de los republicanos y apenas contaba con un millar de militantes en 1931. Su ascenso empezó a fraguarse tras la fallida revolución asturiana de octubre de 1934, gracias a su campaña por la amnistía de los presos políticos y el apoyo a huérfanos y detenidos.
Con todo, el PCE sólo contaba con 46.000 miembros en febrero de 1936. Poco más de un año después, tras los éxitos de la defensa de Madrid y la batalla de Guadalajara, "alcanzó los 350.000 afiliados", aunque la mitad se limitó a tener el carné. "Numéricamente no tenía fuerza para imponer su hegemonía a las dos grandes corrientes, socialismo y anarquismo, que habían monopolizado la izquierda durante el primer tercio del siglo", razona. Su número de afiliados se desplomó a la mitad según se fueron deteriorando las expectativas de victoria en 1938. Números, en cualquier caso, alejados del millón de militantes que se le llegó a adjudicar.
El partido se nutrió principalmente del aporte de dos corrientes: "Los jóvenes sin experiencia militante previa, radicalizados en los años de la República y fascinados por los mitos de la revolución soviética, y los afiliados a la UGT", explica Hernández. Pero también de una gran cantidad de mujeres jóvenes, que vieron en la militancia comunista "su acceso a la modernidad y su oportunidad de jugar un papel en la sociedad". La mayor controversia giró en torno a la supuesta obediencia ciega del PCE a las órdenes que emitía el padrecito Stalin. En realidad, la cadena de mando no era tan unidireccional como parecía, aunque sólo fuera porque la guerra obligó a tomar decisiones urgentes en clave nacional que escapaban a la lógica de la geopolítica internacional.
Hernández enumera las decisiones más cruciales tomadas por el PCE a espaldas de Moscú. Como la entrada en el Gobierno del socialista Largo Caballero en 1936. "La estrategia de Moscú estaba clara. En Francia, el PCF apoyaba al Frente Popular en el Parlamento, pero no estaba en el Gobierno. La idea era acercarse a Francia e Inglaterra para defenderse de Alemania. Moscú no quería que los comunistas accedieran a los gobiernos para no asustar a las cancillerías occidentales", dice. No obstante, en septiembre de 1936, dos ministros comunistas entraron en el Gobierno de Caballero. "La decisión la tomaron los dirigentes nacionales. Luego se lo comunicaron a Moscú", añade.
El PCE también actuó por su cuenta durante la caída de dicho gobierno en 1937. Moscú quería que Caballero dejara de ser ministro de la Guerra, pero continuara como presidente del Gobierno. "Stalin le dijo a Alberti que quizás Caballero no era un buen ministro, pero sí un presidente a conservar", relata. Con todo, una fuerte campaña del PCE llevó al derribo total del político.
También, dice, se produjeron divergencias sobre el acoso de los trotskistas del POUM. "Moscú se quejó de la tibia implicación del PCE en la campaña para su liquidación total". El POUM había sido el invitado sorpresa en los enfrentamientos de mayo de 1937 entre anarquistas (CNT) y comunistas (PSUC).
Choque de trenes
Los anarquistas habían aprovechado el semiderrumbe del Estado en el 36 para impulsar una revolucionaria colectivización del campo y la industria en sus zonas de influencia. Para los comunistas, lo más importante era "oponer a un golpe de Estado de un ejército centralizado con un mando único y apoyos exteriores, una maquinaria de guerra similar", explica el autor. Concentrados en poner en marcha un "esfuerzo de guerra total contra un proyecto de guerra total", los comunistas cargaron contra la fragmentación en proyectos locales que, decían, detraían energías para el mantenimiento del esfuerzo bélico. En última instancia, lo que se puso en juego en mayo del 37 fue el choque entre dos conceptos antagónicos: "La necesidad de culminar un proceso de centralización y reconstrucción del Estado o el mantenimiento del poder colectivo de la calle", afirma.
Sobre este conflicto emergió el periférico POUM, que acabaría pagando los platos rotos de la división de las izquierdas. "No se ha divulgado suficiente que una parte de la CNT estuvo en contra del estallido. Los hechos de mayo, en parte, son el resultado de una escisión en el seno de la CNT, que tenía tres ministros en el Gobierno, pero cuyas bases no renunciaban a su proyecto libertario y antiestatalista", cuenta. Por esta rendija se coló el POUM, que pretendía "explotar estas contradicciones para sacar rentabilidad política en Catalunya". Paradójicamente, su aparición "sirvió de pretexto a los comunistas, que presentaron al POUM como un agente del enemigo que había montado una guerra civil dentro de la guerra civil".
Los tentáculos comunistas eran alargados, sí, pero no tanto como para imponer la cacareada dictadura del proletariado. En marzo de 1939, durante la última reunión de la dirección del PCE en España, Palmiro Togliatti, de la Internacional Comunista, le preguntó a Enrique Líster si habían podido tomar el poder. La respuesta fue un no rotundo. "Nunca se planteó realmente esa posibilidad. Ni se formuló una estrategia para logra el objetivo de tomar el poder", dice el historiador.
El mayor éxito del PCE, según Hernández, fue ir más allá de la retórica marxista-leninista para "asumir un ideario republicano de izquierdas" que hacía hincapié en "la justicia social, el federalismo, el laicismo, y la necesidad de extender la educación". Las organizaciones que habían blandido antes esa bandera no estaban preparadas para afrontar los desafíos del 36. Mientras que los viejos partidos republicanos "no tenían un potente aparato organizativo" y "dependían de la valía intelectual de sus líderes", el PCE creó un partido republicano de masas gracias al uso de "técnicas aprendidas de la propaganda bolchevique", conjugando "el ideario popular con las métodos modernos de agitación y propaganda. El éxito del PCE fue convertirse en el mejor partido republicano conocido hasta entonces", concluye.
¿Su mayor fracaso? Su imagen "vanidosa, prepotente y arrogante", propia de las organizaciones que crecen muy rápido e intentan "apropiarse del ideario popular". "Los demás partidos vieron al PCE como una fuerza avasalladora", zanja.
Las polémicas cifras del 'caso Paracuellos'
El contexto
Entre octubre y noviembre de 1936, los bombardeos aéreos sobre Madrid se cobraron 2.000 muertos. "La aproximación del enemigo, la intensificación de que la sensación de derrota iría acompañada de una brutal represión, acentuó la ola de terror depurador en la retaguardia".
Los fusilados
El número de presos fusilados en Torrejón y Paracuellos (incluidos oficiales del ejército nacional) entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre fue de 2.400.
La orden
"La responsabilidad por las sacas correspondió a un sector neocomunista y otro anarquista de las organizaciones madrileñas. Pero si a ellos compete la ejecución material, la incitación tuvo un origen externo", escribe Hernández.
La papeleta
La orden la dieron miembros del comisariado ruso del NKVD, posiblemente sin consultar a Moscú. "No era fácil, en aquella dramática situación en la que se debatía la capital martirizada por los bombardeos, discutir las orientaciones de un camarada que hablaba con la autoridad de su condición de agente soviético".

dimecres, 24 de novembre del 2010

¿Por qué se dividió la Península de Corea?


Los ataques de hoy de Corea del Norte contra una isla surcoreana en el Mar Amarillo sitúan el conflicto entre los dos países en una situación prebélica


David Martínez .

Columnas de humo negro que emanan de la isla de Yeongpyeong, decenas de heridos civiles y militares surcoreanos se han producido esta madrugada del 23 de noviembre tras los ataques con 200 obuses norcoreanos devuelven a la memoria los ataques fratricidas a principios de la década de los años cuarenta del siglo pasado del ejército de Estados Unidos contra las islas japonesas en la Segunda Guerra Mundial o al ataque aéreo de los bombarderos del ejército imperial japonés que sorprendió a los portaaviones estadounidenses en Pearl Harbour, y que provocó la entrada de Estados Unidos en la guerra mundial.La situación actual entre Corea del Norte y Corea del Sur, dos pueblos separados por los caprichos de las potencias mundiales tras la Segunda Guerra Mundial vuelve a ser prebélica. Si la comunidad internacional, la ONU, Estados Unidos y China no lo impiden asistiremos a un aumento de los ataques entre ambos países que puede encender de nuevo la frágil estabilidad del sudeste asiático.¿De dónde proviene la división de la Península de Corea? ¿Cómo y quién separó al país en dos modelos políticos y sociales: el comunista del norte dictatorial y el sur amigo de Estados Unidos y del modelo social capitalista?.La península de Corea, posesión japonesa, había sido ocupada por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y EE.UU. en 1945 tomando como línea de división el paralelo 38º. El estallido de la guerra fría tuvo como resultado la partición de este país en dos estados: Corea del Norte, donde en 1948 se estableció una "república popular", es decir, una dictadura comunista dirigida por Kim Il Sung; y Corea del Sur, donde ese mismo año Syngman Rhee estableció una férrea dictadura pro-norteamericana. El triunfo de la revolución comunista en China el 1 de octubre de 1949 alteró completamente el equilibrio geoestratégico de Asia, según aparece en la información documental en la web histórica historiasiglo20.org. Stalin, que venía de sufrir serios reveses en Europa (fracaso del bloqueo de Berlín o el cisma yugoslavo), no pudo resistir la tentación de recuperar terreno en Asia y dio su acuerdo a un ataque norcoreano a Corea del Sur. Así, el 25 de junio de 1950, las tropas de Kim Il Sung atravesaron el paralelo 38º y avanzaron triunfalmente hacia el sur. El régimen surcoreano apenas pudo mantener un pequeño territorio en torno a Pusan. La reacción norteamericana, para la sorpresa de Stalin, fue inmediata. Washington pidió la convocatoria del Consejo de Seguridad de la ONU y consiguió un mandato para ponerse al frente de un ejército que hiciera frente a la agresión norcoreana. La ausencia del delegado soviético, que había rechazado asistir a las reuniones del Consejo como protesta por la negativa norteamericana de aceptar a la China Popular en el él, propició esta resolución. Las tropas multinacionales de la ONU, en la práctica el ejército norteamericano al mando del general MacArthur, recuperaron rápidamente el terreno perdido y el 19 de octubre tomaron Pyongyang, la capital de Corea del Norte. Tres días antes, el 16 de octubre, tropas chinas con masivo apoyo militar soviético penetraron en Corea haciendo recular al ejército norteamericano. El 4 de enero de 1951, las tropas comunistas retomaron Seul. En ese momento, MacArthur propuso el bombardeo atómico del norte de China. Tanto el presidente Truman como la mayoría del Congreso reaccionaron alarmados ante una reacción que podía llevar al enfrentamiento nuclear con la URSS. En un enfrentamiento cada vez más abierto, Truman destituyó a MacArthur entre las protestas de la derecha republicano y lo sustituyó por el general Ridgway. La URSS por su parte manifestó su intención de no intervenir en el conflicto y su deseo de que coexistieran dos sistemas diferentes en la península. El "empate militar" llevó a la apertura de negociaciones que concluirán el julio de 1953, poco después de la muerte de Stalin, con la firma del Armisticio en Panmunjong. En él se acordó una nueva línea de demarcación que serpentea en torno al paralelo 38º. La pervivencia del régimen comunista norcoreano ha hecho que esta "frontera de la guerra fría" haya sido la única que ha pervivido hasta el siglo XXI.


60 años de ataques y conflictos


Este año se ha cumplido el 60 aniversario de la ofensiva de Corea del Norte contra Corea del Sur, la península, dividida por el paralelo 38 desde la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial. Lejos de que este aniversario celebre el fin de las hostilidades entre Seúl (capital de Corea del Sur) y Pyongyang (Corea del Norte), los ataques con artillería desde Corea del Norte han crispado aún más las relaciones entre ambos países. A pesar de que los analistas internacionales no ven probable el inicio de una guerra entre Corea del Norte y Corea del Sur, estos ataques suponen una seria y preocupante amenaza para la estabilidad en Asia, que podría llevar a Estados Unidos y China implicarse en el conflicto bélico. Los ataques de hoy forman parte de una serie de enfrentamientos militares entre las dos Coreas en los últimos meses. El pasado 26 de marzo la corbeta surcoreana Cheonan se hundía en el Mar Amarillo con 46 tripulantes a bordo. Un mes después, el 25 de abril, el ministro de Defensa surcoreano, Kim Tae-young, adelantaba que, casi con toda seguridad, la causa había sido un ataque de torpedo. La comisión de investigación nombrada por Seúl, que incluye a varios representantes occidentales, confirmó el 20 de mayo el ataque de torpedo e incluyó en su informe final pruebas de la responsabilidad de Corea del Norte. Tras intensas consultas con EEUU, Japón y China, el presidente surcoreano, Lee Myung-bak recordó ataques similares del Norte en tierra, mar y aire, siempre negados por Pyongyang, y anunció la interrupción del comercio bilateral, la prohibición del acceso a puertos y rutas marítimas surcoreanas de las naves del Norte, la reanudación de la propaganda de radio y en panfletos, y la convocatoria urgente del Consejo de Seguridad de la ONU. Más importante que todo lo anterior es la amenaza de responder directamente con las armas si se produce otra agresión. el régimen militar y dictatorial de Corea del Norte, que este año ha proclamado a Kim Jong, el primogénito del dictador Kim Jong Il, como sucesor de la dinastía que dirige el régimen militar del país con mano de hierro y oprimiendo a la población. Pyongyang, que siempre ha respondido a la presión exterior con medidas de fuerza (retirada de las negociaciones a seis, lanzamiento de misiles y pruebas nucleares de 2006 y 2009), a comienzos de este año advirtió que destruirá con su artillería las instalaciones de radio del Sur si se reanudan las emisiones, señal de que lo que más le preocupa es que sus 24 millones de súbditos reciban información del exterior. Por su parte, China es el único gran aliado de Corea del Norte siempre se ha posicionado frente a la comunidad internacional instando a la calma en sus medidas de presión adoptadas contra Pyongyang. La creciente tensión sigue a las conclusiones de una comisión internacional que acusó la semana pasada a Corea del Norte de torpedear la corbeta Cheonan en marzo, dejando a 46 marineros muertos en uno de los enfrentamientos más letales entre ambos bandos desde la guerra de Corea de 1950 a 1953. Estados Unidos, que tiene 28.000 soldados en la Península Coreana, dio todo su apoyo a Seúl y dijo que está trabajando duro para evitar que la situación se descontrole. El Pentágono anunció planes de una instrucción surcoreana-estadounidense contra submarinos "en el futuro cercano" y dijo que se realizaban conversaciones sobre ejercicios conjuntos de interdicción marítima. Seúl cree que un submarino norcoreano se infiltró en sus aguas y disparó al Cheonan. Con la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, en Pekín, Washington presionó a China para que controle al reclusivo Estado norcoreano, que ya se está en choque con la comunidad internacional por su programa para desarrollar armas nucleares. Las conversaciones a seis bandas sobre ayuda a cambio de desarme atómico incluían a Corea del Norte y del Sur, China Rusia, Estados Unidos y Japón. Pyongyang afronta actualmente sanciones de la ONU por realizar pruebas nucleares en el 2006 y el 2009. China posee derecho a veto al interior del consejo de seguridad de la ONU y es muy poco probable que apoye medidas que penalicen el régimen de Corea del Norte.

dimarts, 23 de novembre del 2010

Las cartas secretas del carnicero de Mauthausen


El médico de las SS Aribert Heim, el nazi más buscado y odiado del planeta, se comunicó durante décadas con su familia desde su escondite en Egipto donde supuestamente murió. El PAÍS revela el contenido de su correspondencia íntima.


JOSÉ MARÍA IRUJO.
Querida Gerda. Tienes que ponerte en contacto con la familia Thyssen para que te confirmen que viví en el verano de 1942 unas semanas o dos o tres meses allí, el tiempo preciso no me acuerdo. Estoy seguro de que los entonces jóvenes que ahora tienen mi edad pueden acordarse... Te deseo mucha salud. Supongo que es lo más importante. Saludos a todos".
Aribert Heim, el Carnicero de Mauthausen, escribió esta carta el 15 de octubre de 1982 desde su escondite en El Cairo (Egipto) donde se ocultó 20 años antes. La justicia alemana le acusaba de asesinar a 300 presos con inyecciones de benceno en el corazón durante su paso por el siniestro Revier, la enfermería del campo de concentración donde trabajó como médico de las SS. El nazi quería demostrar que estuvo en Mauthausen en 1941 y no en 1942 como afirmaban algunos testigos.
El Doctor Muerte , hijo de un policía y un ama de casa austriacos, fue detenido al terminar la guerra y sometido a un proceso de desnazificación en una mina de sal de los Aliados. En 1947 quedó libre y un año después conoció a Frield, médico perteneciente a una rica familia alemana, y se casó con ella. En 1955 los Heim se instalaron en el palacete de los padres de ella en Baden Baden (Alemania) y ejercieron de ginecólogos. Vivían en paz hasta que años más tarde aparecieron los primeros testigos que le señalaban como uno de los criminales de Mauthausen. La visita de un policía a su villa interesándose por su pasado provocó su fuga en 1962. En aquella época empezaron en Alemania los juicios de Auschwitz.
El clan de los Thyssen y la familia de Frield tenían casa en Lugano (Suiza) y, como otros apellidos influyentes, acogieron durante la guerra en sus domicilios a oficiales de las SS. "Entonces era un honor tener alojado a un soldado alemán en tu casa", afirma Rüdiger, el hijo del oficial de las SS, mientras prepara una taza de café en la mansión familiar de Baden Baden, ciudad de 55.000 habitantes donde reside con su madre, una anciana de 88 años.
El barón Hans Heinrich, el marido de Tita Cervera, ya fallecido , y sus primos eran probablemente los jóvenes Thyssen a los que se refiere el nazi en su carta. Tenía entonces 21 años. Su tío Fritz financió la llegada de Hitler al poder, aunque años después se enfrentó a él y acabó confinado junto a su esposa en Dachau, Buchewald y en un campo en el Tirol. Goering, antes su amigo, se quedó con su colección de obras de arte, y Fritz terminó condenado en un juicio de desnazificación en Núremberg donde le obligaron a dar el 15% de su fortuna a las víctimas del nazismo.
El Doctor Muerte escribió a su familia 21 cartas manuscritas a las que ha tenido acceso EL PAÍS y que han sido entregadas por su hijo Rüdiger al juez Neerforth de Baden Baden que investiga el paradero del criminal y su supuesto fallecimiento en 1992 en Egipto. Un misterio abierto, ya que su cadáver no ha aparecido. "Son otra prueba de que mi padre vivió allí", dice su hijo, que le visitó en secreto y negó hasta hace muy poco conocer su paradero.
Gerda, la persona que debía localizar a los Thyssen para que intercedieran por él, era en realidad su hermana Hertak, el familiar que más ayudó al fugitivo, una mujer atractiva y elegante, de vida social trepidante, que se movió en los círculos de la aristocracia alemana y frecuentó la mansión de los Thyssen en Múnich. "Sería suficiente una confirmación, me refiero a la de Von Thyssen porque sería la más fácil ya que tú también viviste allí, y ellos pueden confirmar que estuvimos en el verano de 1942 durante dos o tres meses... Si logras la confirmación de los Thyssen, podría incorporarla en el análisis de mis testimonios y enviarla".
Desde 1978 hasta 1985, Aribert Heim dirigió a Hertak la mayoría de sus misivas repletas de claves secretas, frases crípticas, guiños y mensajes en los que pedía dinero, criticaba a veces a su ex mujer e hijos y reclamaba que localizara a testigos o a judíos "no sionistas" para defenderse de "los horribles horrores" que relataron sobre él varios presos de Mauthausen. No hay en ninguna de ellas ni un ápice de autocrítica o arrepentimiento.
El Doctor Muerte preparaba sus cartas con la ayuda de un cuaderno comprado en Egipto de color burdeos donde apuntó los nombres en clave de 12 personas para evitar que la policía las identificara si los documentos caían en sus manos. Lyda era en realidad Hilda, su otra hermana; Dora, su ex esposa Frield; Gretl, su hijo pequeño Rüdiger; Rainer, su abogado Steineker; Lattle era Wiesenthal, el cazanazis judío preso en Mauthausen que dirigió su acusación y siguió su rastro hasta su muerte; Carola, una amiga.
Las misivas de Heim están escritas con pluma y tinta azul, en una letra pequeña e inclinada hacia la derecha. El médico acusado de extraer los órganos de sus víctimas y colocar sus cráneos como pisapapeles trufaba sus cartas con mensajes filosóficos sobre la vida, la salud y la felicidad: "La lucha de la vida hay que tomarla como un deporte pase lo que pase", "se vive solo una vez y no hay que olvidar el humor...". "Quedarse tranquilo ayuda a la salud, lo más importante en la vida", recomendaba a Hertak cuando se iba a separar de su marido, un mujeriego.
Las 21 cartas llegaron a su destino desde El Cairo gracias al sistema de seguridad que ideó el criminal nazi. Iban siempre a la dirección de un pequeño pueblo de Baviera donde vivía un matrimonio de amigos que se trasladaba hasta Fráncfort y las entregaba en mano a Hertak. Esta última respondía desde los países que visitaba para hacer turismo, esquiar o visitar amigos.
En la misma carta en la que el SS pidió a su hermana que localizara a los Thyssen, el fugitivo le rogó que contactara con los Bauersachs, otra saga alemana. "Tendrías que visitar a otra familia que conoces en Núremberg. Por supuesto, la vieja pareja habrá muerto, pero su única hija seguirá en la misma villa, en una colina de la periferia llamada Römer Berg (la montaña romana). A lo mejor se ha casado. Puedes encontrar la dirección en una vieja guía de teléfono... La hija se acordará de mí porque sobrevivimos a un bombardeo aéreo sobre Núremberg. Ella tenía mi edad".
El 26 de julio de 1979 Heim escribió una larga carta a Lothar Späth, ministro-presidente del land (Estado), en la que criticaba que las autoridades filtraran al semanario Der Spiegel los autos de un tribunal de Berlín. El nazi aseguraba que su estancia en Mauthausen duró siete semanas, entre octubre y noviembre de 1941, y que el proceso para embargarle un edificio de 34 apartamentos que tenía en Berlín se basaba en el testimonio de Otto Kleingünther, quien señaló que el doctor Krebsback dio en la enfermería del campo una orden, en abril o mayo de 1942, para que se pusieran a los presos inyecciones de bencina y se extrajeran órganos internos con o sin anestesia. "No puedo ser responsable de unos hechos que se produjeron en 1942... Los terribles horrores que yo habría hecho a los presos extirpando sus órganos solo pueden salir de la fantasía de un sionista fanático... La autojusticia de Wiesenthal está pagada por el lobby sionista de EE UU", decía.
La primera acusación contra Heim la formalizó este tribunal de Berlín, facultado para expropiar a viejos nazis y creado por los Aliados al terminar la Segunda Guerra Mundial. Le multaron con 510.000 marcos alemanes, el valor del edificio que fue embargado, y le acusaron de haber asesinado a 300 presos durante su paso por Mauthausen. A los administradores en ausencia de esta casa el fugitivo les definía en sus cartas como "una banda muy mala tipo Far West".
La causa penal contra Heim la dirigió el comisario Aedtner, el sabueso que dedicó su vida a perseguirle. Buscó testigos en todo el mundo; entre ellos intentó localizar sin éxito a nueve ex presos españoles de los 26 que fueron operados por Heim en 1941, según consta en el libro de operaciones de la Cruz Roja. Ocho murieron en Mauthausen y Gusen, campo próximo, y cinco de ellos, en fechas próximas a la intervención. Creía que su testimonio era vital para la acusación.
El policía Aedtner localizó a los ex presos Lotter, Hohler, Kauffman, Sommer y Rieger, que describieron los crímenes de Heim sobre los que todavía se sustenta la acusación del nazi más buscado. Los cinco casos que recoge la acusación son estremecedores. El escrito del fiscal es demoledor: "Seleccionó para su liquidación física a presos incapaces de trabajar o enfermos graves. También a presos sanos, jóvenes y judíos para el tratamiento especial. Bajo la cooperación de funcionarios presos (kapos) y otros ayudantes del Revier (enfermería), los anestesió con éter para simular un examen médico. En este estado de indefensión, les aplicó con sus propias manos inyecciones de cloruro de magnesio en el ventrículo del corazón y provocó su muerte inmediata. El número exacto de asesinados no es conocido porque se evitó registrar a las víctimas". Según el fiscal, Heim actuaba por "libre decisión" y sus operaciones "sorprendieron al personal sanitario ya acostumbrado a la inhumanidad".
En sus cartas, Heim se describe a sí mismo como una persona diferente del terrible monstruo que retratan sus víctimas, incluso como un benefactor de los judíos y los enfermos a los que atendió después de la guerra. "En nuestro club de hockey Englamann había jugadores judíos, y también el contable fue judío. Yo mismo invité a un estudiante de medicina hebreo, el doctor Robert Braun, en el verano a mi casa... Cuando tenía 10 años tocaba el violín en un concierto de la escuela musical de mi pueblo junto a una alumna judía que tocaba el piano... En la guerra ayudé a conocidos judíos en el límite de lo que me fue posible como demuestra la carta de la doctora Pauline Kachelbacher presentada en el proceso de desnazificación en 1947".
En su carta al ministro Späth, el médico de las SS llama ex criminales a los presos que le denunciaron y da una peculiar explicación sobre su fuga: "En 1962 no solo me fui al extranjero por una lesión de columna, sino porque necesitaba probar mi inocencia en caso de un proceso, por los testigos presentados contra mí (ex criminales); también por mis hijos de 6 y 12 años. Su escuela estaba junto a la prisión y el tribunal, lo que habría impedido que siguieran allí si yo me hubiera quedado".
Y concluye su misiva presentándose como un benefactor. "He perdido ocho años por la guerra y la prisión al servicio del Estado, después trabajé por una miseria en clínicas y hospitales en turnos nocturnos de ginecología, así que puedo con todo derecho sostener que he practicado cristiandad toda mi vida por el bien del prójimo".
Aribert Heim escribió desde su refugio a su amigo judío y compañero de estudios el doctor Robert Braun para que intercediera por él. Lo hizo el 26 de octubre de 1979, y le explicó por qué entró en las SS. "Al principio de 1940 tomé la decisión, tras terminar mis estudios, de ir a las SS porque podía elegir yo mismo la fecha de entrada, y el 17 de abril de 1940 empecé mi servicio". El oficial nazi describió su paso por la clínica de Oranienburg, por el campo de Buchenwal y "al final siete semanas en Mauthausen, como médico de las tropas, pero tuve que trabajar en la enfermería con los presos lo que ahora ha llegado a ser el punto central de mi vida... Después llegaron los testimonios preferentemente por parte de comunistas".
El Doctor Muerte relató a su colega los horrores que le atribuían los testigos -extirpaciones de hígados, inyecciones letales en el corazón- y apostilló: "Comprenderás que algo así sin sentido y tan bestial jamás lo habría hecho un médico". En su misiva omitió que otros doctores de las SS perpetraron crímenes similares en Maut- hausen.
Heim pidió a Braun que escribiera una carta sobre su etapa universitaria y deportiva (jugó en el equipo nacional de hockey) e incidió en que en 1938 y 1939 nunca le había visto con el uniforme negro de las SS. "A lo mejor tienes relación influyente en círculos judíos, no sionistas, que critican a Wiesenthal y me aconsejan algo que pueda serme útil. Quiero afrontarlo de modo deportivo y no rendirme. No quiero que estas acusaciones destruyan el final de mi vida. Gracias por tu ayuda. Pronto tendrás noticias de mi hermana". Braun envió una carta notarial, aunque años después matizó su apoyo a Heim.
Además de los Thyssen, el oficial de las SS pidió a su hermana Hertak que localizara al doctor Rieger, asistente sanitario en la enfermería de Mauthausen y uno de los cinco testigos que le señalaron. Lo hizo en una carta, con fecha de 26 de noviembre de 1979. "No le hagáis una oferta de dinero para no inducirle a un testimonio falso. Es el más decisivo en mi causa, decía cosas positivas, pero también negativas, especialmente las inyecciones, algo para mí totalmente nuevo y que a lo mejor pudo ser practicado después de mi estancia porque en la época de la eutanasia funcionó de manera distinta. Yo llegué a Mauthausen bien instruido desde Oranienburg, donde todo funcionaba normalmente. ¿Cómo podía yo haber hecho eso?", se preguntaba.
Las cartas del criminal nazi Heim reflejan, en ocasiones, ácidas críticas a su ex mujer e hijos por su falta de autoestima y tacañería. En especial, una de fecha 14 de agosto de 1982 que dice así: "Pido que me digas si mis cartas de otoño de 1980 han llegado o no porque te has permitido el lujo de no escribirme desde enero de 1980. Pedí también que mi familia me mandara anualmente 6.000 francos, 500 francos mensuales, y si cada miembro pusiera 125 francos cada mes, que no sería demasiado sacrificio, las transferencias anuales serían fáciles y no tendría esta preocupación... He ahorrado dinero toda mi vida para que mis hijos tengan una casa aquí (había comprado un terreno en Alejandría para construir cuatro apartamentos). No creo que sea pedir demasiado si por parte de mi familia recibo algo de lo que ahorré en Alemania".
O la misiva del 24 de diciembre de 1982: "No entiendo a la madre de los niños. Debería tener más madurez para activar la autoestima de nuestros hijos y para promover la independencia de alma y espíritu en su entorno. Sería difícil en una situación de pobreza, pero no es el caso. Al revés, la riqueza les ha seducido a vivir de manera privilegiada, ociosa, sin hacer nada. Tú decías que si hubieras sido su madre no les darías ni un céntimo... Me interesa el libro de Arthur Koestler The Thirteenth Tribe porque regalé el que tenía. Mi viejo amigo el húngaro Naghy agradecería veros. Le puedes llamar al número 8593... Feliz Año Nuevo". El libro que reclamó Heim cuestiona el origen de los judíos y asegura que descienden de los kazares, un pueblo del Cáucaso, una tesis que exponía el nazi en sus cartas.
En esa carta, el oficial de las SS preparaba la visita que su hermana Hertak le haría poco después en su refugio. El amigo Naghy no era húngaro, sino un egipcio con el que el nazi se había asociado para comprar un terreno en la playa de Alejandría. Su hijo Rüdiger lo había conocido durante las visitas secretas que había hecho a su padre en El Cairo en 1975 y en 1980. En la última, Heim había cambiado su identidad por la de Tarek Farid Husein, se había convertido al islam y trasladado a vivir al hotel Kasr el Madina de El Cairo, propiedad de la familia Doma. "Naghy te esperará. Cuando saludes, lleva un periódico en la mano derecha y así serás más visible. Sé discreta con él y no des detalles. El mejor tiempo es abril, no hay que luchar contra la nieve, el viento y el hielo" (se refería a que en otras fechas en Egipto hacía demasiado calor).
La vida de Heim en Egipto es un enigma. En sus misivas no aporta datos de sus actividades. "Lástima que no tengas una distracción que te mantenga ocupada. Yo aquí tengo tantas cosas que me interesan que si el día tuviese 28 horas no sería suficiente para hacer lo que tengo que hacer", explicaba a su hermana Hilda. "Mi padre hacía fotografías a deportistas, leía artículos de medicina, escuchaba la BBC, estudiaba árabe y reparaba las bicicletas de los Doma", asegura su hijo Rüdiger.
Las comunicaciones por carta de Heim terminaron en 1985. Desde entonces hasta 1992, fecha de su supuesta muerte, el fugitivo contactó con su hermana y su hijo a través del teléfono de Naghy, su socio egipcio.
Cuando murió su hermana Hilda, los policías acudieron al cementerio. Creían que el fugitivo acudiría a despedirla. "Si quiere limpiar su conciencia, llámenos", espetó un agente a la hija de la fallecida en una llamada telefónica.
En una reciente declaración judicial, Rüdiger, el hijo menor de Heim, aseguró al juez Neerforth que su padre murió junto a él en el verano de 1992, a los 78 años, en la habitación de su hotel, en el número 414 de la calle Port Said, víctima de un cáncer de colon. Declaró que, a petición de su padre, entregó el cadáver a un hospital para donarlo a la ciencia, pero que años más tarde, al regresar a El Cairo, comprobó que ese deseo no había sido cumplido. Según su versión, no sabe en qué cementerio de anónimos fue enterrado. Rüdiger se negó a facilitar al juzgado una muestra de su propio ADN.
La justicia alemana aguarda que las autoridades egipcias respondan a una comisión rogatoria (ayuda judicial) y examina una maleta con documentos que Heim guardaba en el hotel donde vivió en El Cairo. Los Doma, dueños del establecimiento, han corroborado la versión de Rüdiger, pero el cuerpo no aparece y el misterio continúa.
"No quieren aceptar que ha muerto", se queja Rüdiger en el jardín de su casa de Baden Baden. La familia Heim, a través de un abogado, ha pedido que se cierre el caso, pero los jueces y la policía no están dispuestos a archivar la causa del nazi más buscado. Hoy tendría 95 años.

"Le abrió el vientre sin anestesia y sacó el hígado"
"Seleccionó para su liquidación física a presos incapaces de trabajar o enfermos graves", dice el escrito de acusación contra Aribert Heim del fiscal Wieser, de Baden Baden (Alemania), fechado el 11 de junio de 1979. Un documento plagado de horrores y de testimonios escalofriantes de testigos que trabajaban en la enfermería de Mauthausen: Lotter, Kaufmann, Kohler y Rieger.
La acusación fue redactada cuando el médico de las SS llevaba 17 años huido en Egipto y asegura que, entre el 8 de octubre y el 29 de noviembre de 1941, Heim ejerció como médico oficial de las SS en la enfermería del campo de concentración de Mauthausen, donde "seleccionó a presos sanos, jóvenes y judíos para tratamiento especial tanto en el campo como en la enfermería. Con la colaboración de otros funcionarios presos y ayudantes de la enfermería, los anestesió con éter y cloroformo para simular un examen médico. En este estado de desamparo les aplicó con sus propias manos una inyección de cloruro de magnesio en el ventrículo del corazón que tuvo el efecto esperado de la muerte inmediata de la víctima".
"Se desconoce el número exacto de los asesinados porque se evitó un registro de las víctimas... Las víctimas judías fueron holandeses en su mayoría, y su asesinato, decidido por los nazis. La capacidad corporal o una eventual enfermedad durante el trabajo no influyeron en la decisión de matarlos. El acusado habría tomado la decisión de matar presos judíos mediante inyecciones de veneno por libre decisión y bajo exclusión de cualquier obligación".
Caso número 1: "Tras la llegada de un transporte de judíos desde Holanda, el acusado eligió dos chicos jóvenes y, después de haber comprobado su dentadura perfecta, les prometió la libertad si se dejaban hacer una pequeña operación inofensiva. Fiándose de que un oficial de las SS sería fiel a su promesa, los citados se dejaron intervenir. En la sala de operaciones de la enfermería, el acusado los anestesió y abrió el tórax y el vientre para sacarles los órganos internos. Cuando la primera víctima, a la que extrajo el corazón, había muerto, hizo lo mismo con la segunda y la asesinó con una inyección letal. Después cortó la cabeza a los dos cadáveres y las quemó en el crematorio del campo para exhibirlas como pieza de exhibición".
Caso número 2: "Preso de 35 a 40 años, judío, sano... En la mesa de operaciones, el asistente sanitario colocó al joven. Cuando el preso comprendió cuál era su destino, le dijo al acusado: 'Bueno, asesino de masas, haz lo que tengas que hacer'. El acusado le golpeó con el puño, después le puso la inyección letal en el corazón y abrió el cuerpo para extraer el hígado".
Caso número 3: "Un preso judío de Praga se presentó con una hinchazón en la pierna izquierda. El acusado le dijo que le iba a operar. Cuando el hombre desnudo estuvo sobre la mesa de operaciones, le abrió el vientre sin anestesia y sacó el hígado, el intestino y el bazo. La víctima murió sufriendo de modo atroz".
Caso número 4: "Un viejo preso judío se presentó en la enfermería con una hernia abdominal. En vez de operar la hernia, le abrió el vientre, hurgando en la cara intestinal y, mortalmente herido, lo asesinó con una inyección letal".
Caso número 5: "Un joven judío de 14 años. En la mesa de operaciones se despidió espiritualmente de su madre con las manos en posición de rezo. El acusado le había explicado por qué tenía que morir: 'Los judíos son culpables de la guerra'. Tras un intercambio de palabras, le asesinó con una inyección letal, como a otros presos hebreos que se presentaron allí que fueron igualmente asesinados".

Objetivo principal de los cazanazis
Simon Wiesenthal, preso en Mauthausen y perseguidor implacable de Aribert Heim, fue una de las obsesiones del criminal nazi, según se desprende de la lectura de las 21 cartas que envió a su familia desde su refugio secreto en El Cairo (Egipto). El médico de las SS le define como un "sionista fanático" y se queja por la atención que prestan a sus denuncias la justicia y la prensa alemana. En varias de sus misivas, Heim critica al Estado alemán y plantea posturas revisionistas. "El pueblo, el soldado, el hombre común tiene que pagar si en la guerra ha obedecido al Estado", se queja en una de ellas.
La caza de Aribert Heim ha sido una de las principales misiones del Centro Simon Wiesenthal y tras la muerte de su fundador, Efraim Zuroff, tomó el relevo en la búsqueda del fugitivo. Heim y otros relevantes nazis desaparecidos son el objetivo de la campaña Última Oportunidad, impulsada por Zuroff.
La última pista del cazanazis fue Waltraut Böser, una química de 66 años, posible hija de Heim, nacida de una relación después de casado con una atractiva mujer ya fallecida y enterrada en un cementerio austriaco. En el cuaderno de notas donde el médico de las SS anotó los nombres secretos de las personas con las que se carteó aparecen algunas citas sobre esta relación sentimental.
La supuesta hija de Heim se casó con un empresario, tiene tres hijos y reside en Puerto Montt, una ciudad de unos 200.000 habitantes situada a 1.000 kilómetros al sur de Santiago de Chile. Asegura no haber tenido ninguna relación con su padre.
La reciente revelación de que el criminal nazi murió en Egipto en 1992 ha dado un vuelco a la investigación policial y judicial que ahora intenta acreditar su fallecimiento. Zuroff duda del testimonio de Rüdiger, el hijo menor del médico de las SS, que durante años le visitó en secreto y negó conocer su paradero. "Si ha mentido durante tantos años, no deberíamos creerle ahora", sostiene el cazanazis.

Colaboró con revistas científicas españolas
Aribert Heim recomendó a su hijo pequeño, Rüdiger, que estudiara en España, un país que conocía bien, a juzgar por una carta enviada a este desde su refugio en El Cairo (Egipto), el 31 de diciembre de 1985. El joven había estudiado en Pisa (Italia), pero dejó sus estudios y se instaló en Copenhague en 1979, donde montó un restaurante de éxito. En 1984 dejó Dinamarca y pensó en instalarse en España. "Puedo facilitarte información sobre España y te aconsejo que compres allí una segunda vivienda porque puedes sentirte como en tu casa de verdad a causa de los turistas y por la hospitalidad del país, que sabe también apreciar el dinero. Las relaciones interesantes se hacen con personas de educación académica y por eso podrías estudiar en España para lograr ser apreciado como tal. No olvides los estudios de economía nacional que podrías también hacer en Berlín o en otra parte en caso de que encuentres dificultades en España para que te acepten. En verano podías empezar los estudios aunque solo sea para mejorar el idioma como ya hacías en Italia". Heim conocía España. Cuando se fugó en 1962 salió en coche de su casa en Baden Baden (Alemania), atravesó Francia y recaló en Barcelona, donde permaneció varios días. Frecuentaba el restaurante Los Caracoles, que recomendó a su hijo años después, y paseó por las Ramblas. El médico de las SS tuvo contactos profesionales durante su época de ginecólogo con el doctor español V. Salvatierra, profesor adjunto de la cátedra de Obstetricia y Ginecología de la Facultad de Medicina de Valencia, según se desprende de un tarjetón de agradecimiento enviado por este último en julio de 1954. Al parecer, Heim colaboró entonces con revistas científicas españolas. La carta del fugitivo a su hijo terminaba con consejos muy personales: "Lleva una vida higiénica, y en nuevos encuentros utiliza un preservativo porque el sida puede ser transmitido por todos. Mejor una buena cena que una alianza incierta. Buen fin de año y saludos a todos". "Fue la última carta que me escribió. A partir de entonces, los contactos fueron por teléfono y personales cuando acudí a verle y en los últimos días de su vida en el verano de 1992", asegura su hijo en su casa de Baden Baden.

diumenge, 21 de novembre del 2010

No pasarán la puerta del Valle de los Caídos


Los franquistas, por primera vez desde 1975, no pueden cantar brazo en alto ante la tumba del dictador.
DIEGO BARCALA
El 20 de noviembre no volverá a ser nunca más el 20-N. El Gobierno, decidido a evitar los espectáculos fascistas en el Valle de los Caídos, ha conseguido frenar que los franquistas recuerden al dictador en el interior de la basílica como hicieron hasta el año pasado. Lo que no ha evitado es que los monjes que residen en el recinto sí lo hagan. Ayer, recordaron a Franco y a José Antonio en una misa en privado mientras sus exaltados simpatizantes cantaban frustrados el Cara al Sol en la entrada al valle de Cuelgamuros.
Los fascistas se toparon a las 11.00 horas con que la Guardia Civil le cerraba el paso a la entrada del valle de Cuelgamuros, allí donde empieza la carretera que asciende a la basílica donde fueron enterrados los restos de los golpistas Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera.
Esta vez no fue la Ley de la Memoria (aprobada en diciembre de 2007) la que impidió la entrada de las banderas falangistas, sino el peligro de derrumbe de las esculturas de la entrada de la iglesia. "Cerrado temporalmente por razones de seguridad", exponía un cartel con el sello de Patrimonio Nacional.
Los dos centenares de nostálgicos que acudieron a conmemorar el 20-N se conformaron con escenificar su parafernalia fascista en la entrada del recinto.


"Entremos. ¿A quién tenemos miedo?", proclamó una mujer.
"Quien tiene miedo es Zapatero", le contestó un anciano.
"Ese es el anticristo que tenemos en la Moncloa", continuó la señora.


Hubo Cara al Sol cantado brazo en alto, gritos de exaltación de Franco y sobre todo, insultos al Gobierno. "¡Zapatero, hijo de puta!, ¡Rubalcaba asesino!", gritaron orquestados. "En este país se prohibe rezar. No nos dejan estar orgullosos de ser españoles", le explicaba un padre a su hija adolescente.
"Yo no soy falangista pero me gusta oír misa los 20-N", razonaba incongruente otro franquista en un corrillo. Después de dos horas reunidos entre los pinos que dan la bienvenida al valle de Cuelgamuros, los nostálgicos de más edad se resignaron. "Este año ya no vamos a entrar. El anterior sí entramos y el anterior...", recordaba uno de los congregados.

Antidisturbios
La Guardia Civil procedió a las 12.30 de la mañana a desalojar pacíficamente a los franquistas. Media hora después estaba convocada en el mismo lugar una manifestación de la Federación Estatal de Foros por la Memoria para pedir la desaparición del monumento inaugurado en 1959. Los más veteranos aceptaron de buen grado el desalojo: "¡Viva la Guardia Civil!, ya veréis como los que vienen ahora no os lo dicen", exclamó el mayor de una de las familias.

Pese a los esfuerzos policiales, un grupo de unos 30 cabezas rapadas con estética violenta se negaron a ser desalojados y fueron aislados. Esperaban encontrarse con la concentración contra el monumento. La Policía Nacional y la Guardia Civil desplegaron entonces a una veintena de antidisturbios armados con escopetas de pelotas de goma y acordonaron a los neonazis como medida intimidatoria. Los agentes procedieron a identificarlos.

Poco después de las 13.00 horas, llegaron los dos autobuses antifranquistas. Junto a la veintena de representantes del Foro por la Memoria veteranos en la protesta contra el monumento puesto que lo han hecho cada año en el último lustro bajaron 150 jóvenes que ocultaban su rostro, dispuestos también al enfrentamiento físico con los radicales ultraderechistas. Entonces comenzó la guerra de proclamas.

En recuerdo de Palomino
"¡A por ellos, como en Paracuellos!", gritaron los jóvenes. Ante el inapropiado grito, el presidente del Foro por la Memoria, José María Pedreño, tomó el megáfono: "No hemos venido a provocar a nadie. Evitemos los lemas que puedan parecer una provocación". Los jóvenes, con cuentas pendientes con los ultraderechistas, hicieron poco caso: "¡Carlos, hermano, nosotros no olvidamos!", espetaron a los neonazis en recuerdo por el asesinato en el Metro de Madrid del joven de 16 años Carlos Palomino. La policía grabó toda la escena.

La Guardia Civil, con un amplio dispositivo de agentes antidisturbios, separó a ambos grupos, que se cruzaron miradas de odio con apenas una carretera de por medio. Los jóvenes que acudieron con los nostálgicos de Franco levantaron el brazo para hacer el saludo fascista y respondieron: "¡Josué, libertad!". Josué Estébanez es el soldado del Ejército de Tierra que en noviembre de 2007 clavó una navaja en el corazón de Palomino en un vagón parado en la estación de Legazpi.

Los neonazis pidieron la libertad del asesino de Carlos Palomino
Durante media hora de tensión, los jóvenes se recriminaron ataques mutuos en clave interna. "¿Recordáis lo de Valdemoro?", decía un joven con una bandera rojinegra. Al otro lado, los cabezas rapadas entonaban el Cara al Sol. Los miembros del Foro por la Memoria trataron de frenar la agresividad de los jóvenes que les acompañaron en esta ocasión al Valle de los Caídos: "Chicos, tranquilos, no hemos venido a esto. Hay que pedir ¡verdad, justicia y reparación!".

José María Pedreño explicó el verdadero sentido de su protesta, lanzada el pasado viernes, cuando solicitaron la voladura de la cruz de 150 metros sobre el risco de la Nava. "Venimos a protestar porque la Ley de la Memoria se incumple constantemente con actos de exaltación fascista. Tenemos que ocupar este espacio para la democracia, no venimos a enfrentarnos a nadie", insistió.

El portavoz de los Foros sufrió el acoso de un reportero, que le llegó a preguntar "qué sería de los monjes si les sacan del monasterio". Pedreño argumentó: "No creo que la Iglesia, una gran multinacional, propietaria de la mayor parte del suelo urbanizable de este país, tenga problema en buscar un hueco en otro monasterio para estos monjes". "¿Y con los cuerpos de Franco y José Antonio?", insistió el reportero. "Que se los den a sus familias", zanjó.
De fondo, la guerra de cánticos fue ampliamente ganada por los manifestantes contra el monumento que reclamaron: "¡Juicio justo para Fraga!". "Si decimos estas cosas en otro país como Francia o Alemania, somos unos defensores de los derechos humanos, pero si lo decimos en España, nos llaman radicales", lamentó Pedreño.

Un centro de memoria
Ajeno y ausente de la manifestación, el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Emilio Silva, reclamó al Gobierno la creación de "un centro memorial" en el Valle de los Caídos que explique a los visitantes la verdadera historia de su construcción, para la que llego a ser utilizada la mano de obra de presos políticos.
El único nexo de unión a un lado y otro de la carretera entre Guadarrama y San Lorenzo de El Escorial que ayer vivió los tensos momentos fue la crítica al Gobierno socialista por su gestión del Valle de los Caídos. Los franquistas reprocharon que se les cerrara el paso al homenaje a Franco y José Antonio, y los antifranquistas que el recinto permanezca invariable en su utilidad, tal y como lo ideó el dictador Francisco Franco, con unos monjes que mantienen viva la llama de su ideario fascista.

El 35 aniversario de la muerte de Francisco Franco seguirá nutriendo hoy la agenda de los fascistas en Madrid. El ex líder de la organización ultraderechista Fuerza Nueva Blas Piñar pronunciará un discurso en la plaza de Oriente autorizado por la Delegación del Gobierno. El pasado viernes acudió junto a los descendientes de la familia Franco a una iglesia de Madrid donde se llamó a la "cruzada nacional".

dissabte, 20 de novembre del 2010

Un vecino de Alcàsser abortó el alzamiento nacional en Valencia


Vicente Bensach Espuig. "Batiste la Roja" era un soldado voluntario que actuaba de asistente de su coronel, a quien delató al entregar al gobierno republicano las cartas donde ordenaba la insurrección. Faltaban 48 horas para el alzamiento y Vicente vivió una auténtica persecución por parte de los nacionales. Murió exiliado en Francia.

MARGA VÁZQUEZ
Un vecino de Alcàsser, Vicente Bensach Espuig, fue el responsable de que el alzamiento del bando nacional en Valencia fracasase en 1936, según desvela el historiador Antoni Simó en su libro "Alcàsser. Biografia d'un poble en guerra (1931-1941)", que ayer presentó en el Centre Cultural de la localidad y en el que analiza la figura de sus paisanos fallecidos, ya fueran republicanos o nacionales.
Vicente, conocido como "Batiste la Roja", estaba de voluntario en el Regimiento de Caballería, en Valencia, donde actuaba de asistente de su coronel, Juan Muñoz. Éste le ordenó entregar varios sobres que contenían las órdenes de insurrección para los regimientos Wad-Ras, Otumba 9 de Artillería -en la Alameda- y el destacamento del polvorín de Paterna.
Sin embargo, Vicente Bensach no acató el mandato de su superior y, conocedor del contenido de las misivas, en lugar de entregarlas a sus destinatarios, las remitió al Gobierno Civil republicano. Según la documentación consultada por el autor, el gobernador, Braulio Solsona, recibió el 16 de julio de 1936 las cartas que le confirmaban la existencia de una conjura contra la II República.
Los dos días siguientes, las 48 horas previas al alzamiento, Valencia fue un nido de intrigas y sospechas: sabedores unos de que algo se preparaba contra el gobierno, y conocedores otros de que alguien, un soldado, les había traicionado. En este ambiente repleto de tensiones y maniobras, los militares que urdieron la conspiración llegaron a perseguir a Vicente Bensach, que tuvo que permanecer oculto, con protección personal incluso, en el interior de la sede del Gobierno Civil.
Como recompensa, "Batiste la Roja" fue nombrado guardia republicano, pero ese reconocimiento se volvería contra él poco después, cuando estalló la guerra y el bando nacional comenzó a acorralar a la República. De hecho, Vicente Bensach Espuig tuvo que huir al exilio francés, donde murió hace más de una década sin llegar a regresar jamás a su pueblo natal.Su historia la conocemos hoy gracias al testimonio oral de quienes vivieron aquellos días cerca de Vicente, entre ellos José Almudéver, Galló, otro hombre de Alcàsser. Tanto él como otros 117 vecinos echaron mano de su memoria para relatar al autor durante ocho años sus experiencias vitales en la guerra civil y la posguerra.

Parroquias de Castelló ofrecen misas en honor a Franco y José Antonio
Después de 35 años de la muerte del dictador Francisco Franco, los fieles al Caudillo, así como al falangista José Antonio Primo de Rivera, seguirán recordándoles hoy, sábado, con misas en su memoria que se realizarán en distintas parroquias de todas las comarcas de la provincia de Castelló.
A modo de ejemplo, las misas se oficiarán en puntos como la Concatedral de Castelló a las once de la mañana, en la parroquia de San Pedro de Segorbe, o en municipios de la Plana Baixa, como los casos de la Vall d'Uixó (parroquia del Santo Ángel, mañana a las 19 horas) o la Vilavella. Pero el caso, no es único de la provincia de Castelló, sino que las celebraciones litúrgicas en memoria del dictador siguen celebrándose en muchas capitales de provincia, grandes ciudades y municipios pequeños. Habitualmente están solicitadas por fieles particulares, pero en otros casos son grupos falangistas o de extrema derecha quienes las proponen. También, en algunas ocasiones han creado polémica dichas celebraciones, e incluso ha habido algún enfrentamiento entre sectores ideológicos opuestos o concentraciones de protesta frente a la iglesia donde se ha celebrado. Consultado el obispado, se ha descartado que las parroquias organicen por sí mismas alguna misa especial o funeral por Franco y José Antonio, sino que, según el portavoz del Obispado, Miguel Simón, "las intenciones de las misas están encargadas por particulares y habitualmente suelen pedir el sufragio por una persona bautizada que ha muerto".

divendres, 19 de novembre del 2010

Descubren reliquias de la tumba del rey Ricardo II de Inglaterra


Entre cientos de diarios y cuadernos de notas en cajas cerradas por años, había contenidos del ataúd del desventurado monarca, además de bosquejos de su cráneo y huesos.



Reuters. Un archivero encontró reliquias de la tumba del rey medieval Ricardo II de Inglaterra mientras investigaba documentos del primer director de la Galería Nacional de Retratos, George Scharf, informó el martes la institución londinense.
Entre cientos de diarios y cuadernos de notas en cajas cerradas por años, había contenidos del ataúd del desventurado monarca, además de bosquejos de su cráneo y huesos.
Los contenidos de una caja de cigarrillos fechada el 31 de agosto de 1871 fueron identificados simplemente como reliquias de una tumba real cuando fue posible hallar las referencias a la fecha con entradas en el diario y dibujos hechos el mismo día.
La caja contenía fragmentos de madera, posiblemente del ataúd mismo y algo de tela.
Registros de la fecha muestran que Scharf estuvo presente en la apertura de las tumbas reales en la Abadía de Westminster y un trozo de cuero corresponde con su esbozo de un guante contenido en el ataúd.
Según la galería, una narración completa del evento fue registrada por el ilustrísimo reverendo Arthur Stanley, Decano de Westminster. Su relato fue publicado en 1879.
Scharf, quien también estuvo presente en la apertura de las tumbas de Ricardo II, Eduardo IV, Enrique VII, Jacobo I e Isabel de York, hizo dibujos del cráneo y los huesos de Ricardo II, incluyendo medidas detalladas.
"Fue un descubrimiento muy emocionante y uno que revela el potencial escondido de los documentos de Scharf", dijo Krzysztof Adamiec, archivador asistente de la galería, quien también trabaja en los documentos del antiguo director.
La galería dijo que la tumba del rey Ricardo II fue abierta en 1871 para limpieza, y que había tantos individuos presentes en el evento probablemente porque querían determinar si el rey fue asesinado por el golpe de un hacha.
El cráneo no mostró evidencias de ello.
Ricardo II gobernó del 1377 al 1399, cuando fue sucedido por Enrique IV. Muchos historiadores creen que murió de hambre durante su cautiverio en el 1400.

dijous, 18 de novembre del 2010

20.000 documentos confirman el apoyo de EEUU al golpe de Pinochet


Entregan al Gobierno chileno los archivos secretos, entre los que destaca una conversación de Kissinger con el dictador: "Deseamos que el suyo sea un gobierno próspero. Queremos ayudarle y no obstruir su labor"

EFE. Más de 20.000 documentos desclasificados en EEUU, que confirman que este país instó y apoyó el golpe de Estado de Augusto Pinochet en 1973, fueron entregados hoy a Chile, en cuya capital, Santiago, se incorprarán a la base de datos del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Los documentos, que fueron entregados al museo por el director del Chile Documentation Project del National Archive de la Universidad George Washington, Peter Kornbluh, recogen "de forma muy clara" la intervención de Estados Unidos en el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 y su apoyo al régimen militar.
Entre otros archivos, la documentación recoge una conversación que mantuvieron en junio de 1976 en Santiago el general Pinochet y el consejero de Seguridad Nacional y posterior Secretario de Estado durante la presidencia de Richard Nixon (1964-1974), Henry Kissinger, en la que éste le traslada su apoyo
. "Deseamos que el suyo sea un gobierno próspero. Queremos ayudarle y no obstruir su labor", dijo Kissinger a Pinochet, minutos antes de pronunciar un discurso sobre Derechos Humanos ante la Organización de Estados Americanos (OEA).
"Está siendo víctima de todos los grupos de izquierda del mundo y su mayor pecado no ha sido otro que el de derrocar un gobierno que se convierte al comunismo", añadió. Según Kornbluh, Kissinger "era el arquitecto del programa que intentó derrocar a Allende entre 1970 y 1973". "Él era la persona más responsable de ayudar económica y militamente a Pinochet a consolidar su régimen", aseguró.
Kornbluh, que es autor de varios libros sobre la dictadura chilena, el más reciente The Pinochet File: A Declassified Dossier on Atrocity and Accountability, ha jugado un papel importante en la campaña que ha permitido desclasificar los archivos secretos del Gobierno de Estados Unidos. De los casi 24.000 documentos entregados a Chile, 2.000 son de la Central de Inteligencia Americana (CIA) que, según rezan los escritos, ya desde 1971, dos años antes del golpe, presionó a favor de un golpe de Estado contra el Gobierno de Salvador Allende.
El material entregado, ordenado en cuatro colecciones, incluye transcripciones de algunas de las conversaciones telefónicas que mantuvo Kissinger, y que posteriormente robó, así como información de cómo Pinochet y el ex jefe de la policía secreta (DINA), Manuel Contreras, intentaron encubrir el atentado al ex canciller Orlando Letelier, cometido en Washington en septiembre de 1976.
Según Kornbluh, estos documentos podrían ayudar en los procesos judiciales abiertos actualmente sobre crímenes contra los derechos humanos cometidos durante la dictadura, además de contribuir al "veredicto de la Historia" y a educar a la próxima generación. Tras una detallada presentación de los documentos, que fueron mostrados a los periodistas, Kornbluh instó a los gobiernos a promover leyes de transparencia y a empujar por la desclasificación de este tipo de archivos.

dimecres, 17 de novembre del 2010

La República, una democracia sin demócratas.





Traducción de Luis Gago.

El debate sobre la naturaleza democrática de la Segunda República (1931-1939) es uno de los más intensos dentro de la historiografía española contemporánea. Al examinar de manera crítica la democracia republicana, los dos libros aquí reseñados plantean la gran cuestión política de España en los años treinta del pasado siglo: ¿cuándo concluyó la democracia de la Segunda República? La mayor parte de la izquierda contestaría que terminó en 1939, cuando Franco derrotó a la República. La respuesta de la derecha se encuentra más dividida. Es posible que unos pocos eligieran 1931, con su aprobación de una constitución anticlerical; algunos puede que se decantaran por 1934, el año de la insurrección de Asturias, y otros, por 1936 y la elección del Frente Popular.El dominio sin parangón que ha mostrado Stanley Payne de la historiografía española y de muchas otras nacionales, así como sus extraordinarios conocimientos de la política contemporánea, le permiten situar los años republicanos dentro del marco de una lucha entre tradición y modernidad. Este conflicto alcanzó su cenit en Europa durante el primer tercio del siglo XX. Nunca antes en la historia humana la convergencia de ideas y acontecimientos modernos había resultado tan desestabilizadora y amenazadora para la sociedad tradicional. Paradójicamente, la Alemania conservadora desempeñó un papel revolucionario durante la Primera Guerra Mundial. Alemania ayudó a las rebeliones contra sus enemigos aliados en los territorios musulmanes de Gran Bretaña, Francia y Rusia; envió armas a Irlanda; financió el terrorismo en Barcelona para desbaratar la producción bélica destinada a los aliados; y auxilió a los bolcheviques para que se hicieran con el poder en Rusia.La Primera Guerra Mundial abrió, por tanto, la época de las guerras civiles revolucionarias entre «blancos» y «rojos». La primera estalló en 1918 en Finlandia, donde el general Carl Gustaf Emil Mannerheim organizó las fuerzas contrarrevolucionarias del gobierno parlamentario finlandés y aplastó al enemigo rojo en tres meses. En la guerra civil húngara de 1919, el bolchevizado Béla Kun se enfrentó a la oposición nacional contrarrevolucionaria y al más potente ejército rumano, que –respaldado por los aliados– derrotó a su república soviética. En Alemania, una miniguerra civil en la que los socialdemócratas contrarrevolucionarios se valieron de las fuerzas del antiguo régimen para aplastar a la oposición de izquierdas acabó dando lugar a la fundación de la República de Weimar. En Italia, los fascistas «revolucionarios» se aliaron con la derecha tradicional para arrollar a la extrema izquierda. La mayor de estas guerras civiles revolucionarias-contrarrevolucionarias fue el conflicto ruso (1918-1921), y fue la única en que salió victorioso un régimen comunista. En todos los demás países que se vieron afectados por guerras civiles con posterioridad a la Primera Guerra Mundial, los contrarrevolucionarios derrotaron a sus enemigos y establecieron regímenes bien autoritarios (Italia, Hungría), bien parlamentarios (Finlandia, Alemania).Al contrario que estas guerras civiles europeas, la confrontación española entre revolucionarios y contrarrevolucionarios no fue el subproducto de una guerra mundial y dependió casi exclusivamente de factores endógenos.
La «revolución» española, como la denomina Payne, comenzó en 1931. En contraposición a Weimar o a la Tercera República francesa, sus orígenes no echaban sus raíces en el aplastamiento contrarrevolucionario de la extrema izquierda. Por el contrario, los dirigentes «jacobinos» de la Segunda República española, especialmente Manuel Azaña, tenían como su máxima prioridad «la exclusión permanente de los intereses católicos y conservadores de la participación en su Gobierno» (p. 23). Sus aliados socialistas fueron un paso más allá al afirmar que la llegada de la República había demostrado que España había pasado a ser tan moderna y desarrollada que una derecha permanentemente debilitada ya no podía detener la llegada del socialismo. El resultado de la alianza de los republicanos de izquierda de Azaña y los socialistas fue un régimen que Javier Tusell definió como «una democracia poco democrática» (p. 23). Según Payne, la República restringió los derechos civiles y censuró periódicos con mayor severidad de lo que lo había hecho la monarquía parlamentaria. Al mismo tiempo, admite que la lealtad condicional de la derecha al régimen republicano despertó legítimas sospechas: «Aunque la derecha moderada [...] se ajustó a la ley, su último objetivo no era mantener una república democrática, sino convertirla en una especie de régimen distinto de tendencias conservadoras y corporativistas» (p. 29). Sin embargo, Payne atribuye a la izquierda una mayor responsabilidad por el desmoronamiento de la democracia en la España de los años treinta. Se muestra de acuerdo explícitamente con Pío Moa en que «la insurrección de los socialistas [en 1934] fue la más organizada, la más elaborada y la mejor armada de todas las acciones de insurrección que se produjeron en Europa occidental durante el período de entreguerras» (p. 32). A ojos de Payne, se trató también de la menos defendible ya que, al contrario de la revuelta socialista austríaca de 1934, no constituyó una reacción a la imposición de un gobierno autoritario.Payne se distancia de Moa cuando afirma que Asturias no fue el comienzo de la guerra civil, que no resultaba inevitable con posterioridad a 1934. Defiende que el único camino seguro para la supervivencia de la República era reprimir masiva y severamente a la izquierda radical, tal y como hicieron la Tercera República francesa durante la Comuna de París de 1871 y la República de Weimar durante la Revuelta de Espartaco de 1918-1919. A pesar de que las elecciones de febrero de 1936 demostraron sólo una limitada polarización de una sociedad supuestamente hiperpolitizada, el fracaso del Frente Popular a la hora de mantener el orden y sus acciones antidemocráticas –manipulación de elecciones y, por supuesto, el asesinato de Calvo Sotelo– contribuyeron enormemente a aumentar la polarización. Los asesinos del líder de la oposición eran personas próximas al dirigente socialista, Indalecio Prieto, que las protegió de cualquier investigación. Al igual que los fascistas italianos, los socialistas españoles «eran la principal fuente de violencia política en sus respectivos países» (p. 72). El Gobierno del Frente Popular no consiguió cobrar conciencia de que las democracias podían gobernarse únicamente desde el centro y este error garrafal acabó por dar lugar a una guerra civil.Ambas facciones se equivocaron al pensar que la guerra sería breve. La contienda se convirtió, en cambio, en una guerra de desgaste entre revolucionarios y contrarrevolucionarios, con ambos practicando el terror de forma masiva y asesina. Los nacionalistas se embarcaron en campañas de limpieza política, mientras que los republicanos adoptaron una variedad político-religiosa más sintética: «A pesar de toda la retórica sobre el “exterminio”, principalmente en los libros publicados en España durante estos diez últimos años, el único sector social que fue señalado como objetivo de “exterminio” desde todos los puntos de vista fue el clero» (p. 116). Las masacres y los numerosos actos de iconoclastia llevados a cabo por los revolucionarios mostraron su deseo de sustituir la antigua religión por su nueva fe laica. A modo de reacción, el catolicismo se convirtió en la fuerza cultural más cohesiva en la zona nacionalista y, el conflicto español, la mayor guerra de religión del siglo XX. En contraste con sus homólogos fascistas en Alemania e Italia, la Falange pasó a ser ultracatólica. Resulta sintomático que, después de la guerra, la Iglesia recuperara privilegios que había poseído durante el reinado de Alfonso XIII.Aunque Payne afirma que un a menudo poco imaginativo Franco desaprovechó varias oportunidades para lograr una victoria más rápida, el Caudillo acabó por demostrar su competencia en la logística y la estrategia que requería una guerra civil prolongada. Su puente aéreo de tropas norteafricanas –llevado a cabo con ayuda alemana e italiana– evitó el fracaso del alzamiento. Las operaciones combinadas de las fuerzas aéreas y de la infantería que utilizó el Generalísimo para conquistar el norte fueron precursoras de las realizadas en la Segunda Guerra Mundial. La implicación de sus tropas de élite, que se enfrentaron a menudo a ejércitos mayores en número de su enemigo republicano, contribuyó en gran medida a la victoria nacionalista. Por otro lado, al igual que en muchas revoluciones –la inglesa, la francesa, la rusa y la china–, la República intentó crear un «nuevo ejército ejemplar», pero acabó copiando las viejas estructuras militares. Aunque el Ejército Popular cosechó una serie de importantes victorias defensivas –las batallas de Madrid, Guadalajara y Valencia–, su escasez de oficiales bien formados y comprometidos de baja graduación y sus dificultades logísticas lo debilitaron de forma decisiva.Al contrario que otras guerras civiles europeas contemporáneas, en el conflicto español se vieron también implicadas fuerzas navales y aéreas. A pesar del alto grado de politización de los marineros revolucionarios de base que eran capaces de dominar los barcos al comienzo de la guerra, la armada republicana demostró ser incompetente; los nacionalistas, por el contrario, utilizaron sus propias fuerzas navales más modestas de un modo más eficaz. La guerra aérea durante el conflicto presagió –a una escala mucho más reducida– la de la Segunda Guerra Mundial. Ambas facciones respondieron a los ataques aéreos ofensivos con represalias contra poblaciones urbanas, aunque los nacionalistas superaron con mucho a los republicanos en el número de civiles masacrados. Los insurgentes se granjearon un aluvión de publicidad negativa en todo el mundo, ejemplificada en el Guernica de Pablo Picasso.El aspecto más sorprendente del conflicto español puede que haya sido la política económica nacionalista. La relativamente eficiente economía nacionalista superó no sólo a la de su enemigo republicano, sino también a la de sus homólogos contrarrevolucionarios (pero sumamente corruptos) de la Rusia blanca o la China nacionalista. En la zona roja, la revolución obrera más profunda del siglo XX probablemente perjudicó más que ayudó a la causa republicana. No sólo la producción se mantuvo relativamente estancada en la zona republicana, sino que la confiscación revolucionaria de la propiedad privada también alejó a las democracias capitalistas de la República. Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos se mostraron reacios a ayudar a lo que se percibía como un régimen desorganizado y sanguinario, por más que fuera legal. Las potencias fascistas –Alemania e Italia– mostraron una audacia mucho mayor. Hitler utilizó el conflicto con éxito para cimentar su alianza con Italia y para distraer la atención de las democracias de los planes expansionistas alemanes en Europa central y oriental. Mussolini consideraba a España como parte de su esfera de influencia mediterránea y presionó a los nacionalistas para que adoptaran su modelo fascista.Payne es experto especialmente en la política soviética en relación con España. Interpreta a los Frentes Populares propagados por la Tercera Internacional no como un indicativo de ninguna verdadera moderación de los objetivos comunistas, sino como una táctica que daría lugar de un modo más fiable a la revolución. Durante la Guerra Civil, el objetivo comunista era establecer un nuevo tipo de república que se asemejara de muchas maneras a las «democracias populares» que el Ejército Rojo impondría en Europa oriental tras la Segunda Guerra Mundial. Así, en contraste con la extrema izquierda (y con historiadores como Hugh Thomas), Payne no ve la política comunista como contrarrevolucionaria, sino más bien orientada hacia la construcción de «un régimen autoritario de izquierdas» (p. 195) con una economía parcialmente nacionalizada. Juan Negrín compartía esta opinión, pero la República «semipluralista» no se convirtió nunca en un Estado títere estalinista, aun a pesar de que los comunistas dominaran el Ejército Popular. El conflicto español incrementó enormemente el prestigio de la Unión Soviética. El antifascismo brindó al comunismo una nueva vida y le procuró prestigiosos artistas, intelectuales y científicos como compañeros de viaje. Entre estos últimos figuraron agentes de espionaje que acabarían ofreciendo información –por lo general de un valor limitado– sobre el desarrollo de la bomba atómica a la Unión Soviética.Álvarez Tardío y Villa comparten perspectivas muy similares a las de Payne. Los tres autores consideran la llegada de la Segunda República como «revolucionaria» y a la izquierda jacobina y exclusivista más responsable del fracaso del régimen que la derecha corporativista y autoritaria. Los autores de El precio de la exclusión conocen los modelos republicanos franceses y muestran los orígenes contrarrevolucionarios de la Tercera República. Defienden que –en contraste con la Tercera República francesa en sus primeros años– la incapacidad de la Segunda República española para integrar a un gran número de católicos la condenó al fracaso. La izquierda moderada de la Tercera República francesa –dirigida por Léon Gambetta– limitó su jacobinismo y consiguió llegar a «las clases medias rurales», grupos que se volverían, en cambio, contra la Segunda República española. Los republicanos católicos –como Niceto Alcalá-Zamora– quisieron desempeñar un papel similar al de Adolphe Thiers, el monárquico francés que pasó a ser un republicano renuente pero comprometido. Sin embargo, Alcalá-Zamora recibió un apoyo insuficiente por parte de los republicanos de izquierda y los socialistas, que cimentaron su alianza sobre la base del anticlericalismo. La izquierda, cuya fuerza estaba en las ciudades, impuso en la España rural un sistema electoral que favorecía los centros urbanos con objeto de limitar el poder de los caciques. Un cambio incluso más progresista fue conceder el derecho de voto a las mujeres, aunque Álvarez Tardío y Villa refutan de manera convincente la afirmación de muchos izquierdistas de que el voto femenino dio la victoria a la derecha en las elecciones de 1933. Más peligrosamente, la Ley de Defensa de la República (1931) concedía un excesivo poder arbitrario a un Gobierno deseoso de suprimir cualquier campaña para revisar su constitución anticlerical. La arbitrariedad gubernamental se intensificó tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936. Las autoridades locales destituyeron ilegalmente a los concejales derechistas y no protegieron ni la propiedad ni las vidas de sus adversarios políticos y sociales. La coalición del Frente Popular manipuló los resultados de las elecciones en Cuenca y –como demuestran persuasivamente los autores– en Granada. Mantienen que las elecciones celebradas en Granada en mayo de 1936 marcaron el final del «proceso de modernización política» iniciado en 1876. Al igual que Payne, Álvarez Tardío y Villa concluyen que, en 1936, la República se había convertido en un régimen no democrático que representaba únicamente a los partidos de la izquierda.Álvarez Tardío y Villa se distancian de las explicaciones sociales para el colapso de la República y el estallido de la Guerra Civil. Se centran exclusivamente en la política y resaltan las semejanzas entre España y las naciones europeas más avanzadas. Sostienen que los republicanos de izquierda y los socialistas se equivocan al creer que España era una sociedad atrasada que necesitaba un proyecto radical de modernización. El juicio negativo que le merecía a la izquierda el legado de la monarquía constitucional liberal abrió la puerta a su jacobinismo.Mi impresión, no obstante, es que la persistencia a mediados del siglo XX no sólo del jacobinismo, sino también de movimientos revolucionarios violentos –ya fueran socialistas, comunistas o anarquistas–, era el reflejo de una sociedad subdesarrollada que difería marcadamente de su vecino septentrional. De hecho, los autores proporcionan el que quizá sea el mejor análisis de la revuelta anarquista de diciembre de 1933, que fue un presagio de la incluso más sangrienta Revolución de Asturias. Ambas se asemejaron al tipo de rebeliones proletarias que habían estallado en la Francia del siglo XIX, pero no en la del XX. La Segunda República española se vio obligada a hacer frente a una serie de cuestiones –las relaciones entre Iglesia y Estado, gobierno militar y civil, región y nación, y reforma agraria– que los países más desarrollados ya habían resuelto en los siglos XVIII y XIX. El intento de enfrentarse a todos estos problemas de forma simultánea debilitó a la República, pero su fracaso a partir de febrero de 1936 en el ámbito de la protección de la propiedad privada y la seguridad personal resultó ser incluso más fatídico. La violenta guerra civil subsiguiente se asemejó muy especialmente a los brutales conflictos que se produjeron en las sociedades aún más atrasadas de Rusia y China en el siglo XX.Los tres autores infravaloran el empeño de la derecha en socavar las bases de la República. Payne afirma que Alcalá-Zamora pidió constantemente a la CEDA que se declarase leal a la República, pero que la CEDA se negó porque «el “republicanismo” en España era un indicativo de apoyo a un régimen sectario que negaba buena parte de sus derechos a los católicos» (p. 41). Álvarez Tardío y Villa admiten que la CEDA no fue nunca enteramente leal al régimen y culpan al jacobinismo revolucionario de la izquierda del fracaso a la hora de reconciliar a los católicos con la República. Es posible que una serie de medidas que restringían la práctica religiosa –la secularización de los cementerios católicos, la prohibición de las procesiones callejeras y la imposición de la educación laica– fueran inoportunas y abiertamente provocadoras, pero cualquier régimen que separe la Iglesia del Estado echará inevitablemente por tierra algunos privilegios católicos. Si la izquierda puede ser criticada por no apoyar a los católicos moderados, como Alcalá-Zamora, otro tanto podría hacerse con la derecha. A Gambetta se le recuerda por su grito de guerra de 1877 («Cléricalisme, voilà l’ennemi») tanto como por su moderación.La pérdida de privilegios o incluso derechos no debería confundirse con la persecución de una Iglesia que había creado un modelo global de intolerancia durante sus muchos siglos de monopolio religioso. Su posición en España a comienzos de la década de 1930 era ciertamente mejor que la de su homóloga en México en los años veinte o incluso en Francia en la segunda década del siglo XX. Aun así, muchas de sus publicaciones atacaron ferozmente a la República. Gil-Robles, el dirigente de la CEDA que mostró unas simpatías crecientes por el fascismo después de que Hitler accediera al poder a comienzos de 1933, provocaba un temor comprensible en la izquierda. Otro tanto puede decirse de la ofensiva indiscriminada contra la izquierda a partir de octubre de 1934. Desgraciadamente, tanto la izquierda como la derecha creían que sólo la represión podía salvar a la República o a España, y ambas tenían la sensación de que la tolerancia del enemigo acabaría conduciendo a su propia destrucción. Como señala Payne, sólo un número cada vez más reducido de republicanos conservadores, y especialmente el Partido Radical, apoyaron la democracia liberal. La corrupción generalizada de esta última demostró ser preferible a los asesinatos en masa que llevaron a cabo cada una de las dos facciones en cuanto estalló la guerra. Tanto la izquierda como la derecha persiguieron o mataron a aquellos que cumplían las leyes y respetaban la constitución.Aunque insuficientemente críticos con la derecha y con la Iglesia, estos libros demuestran la incesante vitalidad de las investigaciones sobre la Segunda República y la Guerra Civil. El trabajo de Álvarez Tardío y Villa expone nuevos y bien estudiados argumentos a favor del sectarismo de la República. La síntesis de Payne está llena de observaciones provocadoras y estimulantes procedentes de un historiador extremadamente capaz.